Inclusión financiera femenina, ¿cómo aportamos desde lo privado?

Este mes se conmemoró el Día Internacional de la Mujer. En distintos países de la región, hubo manifestaciones para visibilizar a este segmento de la población y las precariedades de distinta naturaleza a las que se enfrentan que, en el caso del mundo financiero, se expresan en el acceso al mercado laboral, a herramientas bancarias y a la factibilidad de endeudamiento responsable, por ejemplo.

Según el último informe Global Findex del Banco Mundial (2021), a nivel global, el 65% de las mujeres tienen una cuenta bancaria, mientras que la cifra llega a 72% entre los hombres. Esta brecha de género en la inclusión financiera es aún más pronunciada en economías en desarrollo como las de nuestra región:  el acceso femenino se limita al 37% y el masculino a 44%.

Las cifras son desalentadoras. Informes del Banco Mundial alertan que solo el 35% de las mujeres en países en desarrollo tienen conocimientos financieros básicos, en comparación con el 50% de los hombres. 

En el caso de Chile, el informe 43° de Deuda Morosa, –que elaboran la Universidad San Sebastián (USS) y Equifax— una de cada cuatro adultas tiene una mora (26,7%), es decir, más de 2,1 millones de mujeres, cifra que supera en 160 mil personas a los hombres.  

Se trata de un círculo vicioso: menor educación financiera, menos oportunidades y menos confianza para vincularse con instituciones financieras y administrar responsablemente los productos que estas ofrecen, como los créditos.  En ese sentido, es un problema crítico que debemos abordar con urgencia, pues acceder a una fuente de endeudamiento es una llave que abre la opción al emprendimiento y al aumento de la productividad.

¿Qué podemos hacer desde el mundo privado en esta materia?

Creo que podemos aportar en el empoderamiento económico de las mujeres y mejorar su salud financiera, a través del fortalecimiento de créditos sostenibles. Es un tremendo desafío, pues implica diseñar productos y servicios financieros que atiendan las necesidades de este grupo de la población y según sus distintos perfiles financieros.

Ahora bien, no se puede tapar el sol con un dedo. Es clave entender que el cambio debe ser integral y que todos los actores del ecosistema financiero estamos llamados a participar. El aumento de la inclusión financiera no depende de la implementación de un único instrumento financiero, sino de dinámicas inclusivas que permeen la forma en que se evalúa, trata y gestiona al segmento femenino.

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