En estas fechas, cuando se aproxima el cierre de un año y el comienzo de uno nuevo, la palabra “prosperidad” aparece en el lenguaje común. Todos nos deseamos prosperidad. Es un concepto que va mucho más allá de lo económico. Implica una sensación de bienestar, de que las cosas resulten, de la esperanza de desarrollarnos en lo material y en lo humano.
Por eso me hizo tanto sentido la pregunta ¿qué es lo que más se necesita para la prosperidad de los países en Latam?, que se levantó a la audiencia de una de las charlas del último Mastercard Innovation Forum. Este evento se realizó a principios de diciembre, donde se reunieron en Miami y durante dos días altos ejecutivos de las principales empresas que componen el ecosistema de pagos, para analizar las últimas tendencias en materia de ciberseguridad, IA y Finanzas Abiertas, entre otras materias.
Si bien hubo varias opiniones -fortalecer los indicadores macroeconómicos y aumentar la formalidad del empleo, por ejemplo- la respuesta que logró el mayor consenso fue mejorar la educación de las personas. Me pareció muy esperanzador. Se visibiliza correctamente al factor, que creo es la piedra angular de un desarrollo sostenible y del que debemos hacernos cargo gobiernos, privados y toda la ciudadanía.
Por el lado de nuestra industria, podemos aportar de forma concreta a través de la educación financiera. Tener esta formación nos permite tomar decisiones informadas y correctas, evitar el sobreendeudamiento. También alcanzar nuestra máxima capacidad crediticia, lo que redunda en una mejor calidad de vida personal y familiar, pero también en un mayor desarrollo económico de los países.
El “desde” es que los consumidores manejen conceptos como ahorro, inversión, deuda, presupuesto y seguros. Pero creo que debemos dar un paso más allá, pues habitamos un mundo donde la implementación de la IA crece a pasos agigantados, donde se administran volúmenes de datos cada vez mayores y en el que la implementación del modelo de Finanzas Abiertas es una realidad en varios países de la región. Vivimos, pues, en un entorno que exige que las personas no solo manejen mucha información, sino que se vayan actualizando conforme avanza la tecnología.
Consumidores más educados hacen competir al sistema, que está en condiciones de entregar una oferta diferenciada gracias a una analítica de datos cada vez más robusta. Por ejemplo, quienes tienen mejores perfiles crediticios ya están buscando alternativas más personalizadas y atractivas. Los otorgantes de crédito lo han ido asumiendo y los próximos años viviremos una verdadera revolución en este mercado, gracias al mejor y mayor uso de la tecnología.
La educación, una de las llaves para alcanzar la prosperidad, es como una estrella con múltiples puntas, una de las cuales -una muy brillante, porque necesitamos de su luz para movernos en nuestra vida cotidiana- es la educación financiera. No la dejemos para el final.
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