En el año 2011 hice mi primer blog de educación financiera, donde explicaba cosas que para mí eran básicas como qué era una renta fija o una renta variable, por qué invertir y cómo manejar la deuda. A medida que conversaba con familiares y amigos, me di cuenta de que la falta de conocimiento los llevaba a tomar decisiones equivocadas, les generaba ansiedad y, en muchos casos, los paralizaba, impidiéndoles cumplir sus objetivos financieros y de vida.

Hoy, 14 años después, la situación sigue siendo la misma. El sistema educativo tradicional aún no incluye la educación financiera en sus programas y, aunque considero que esto debería cambiar, también representa una gran oportunidad para las empresas del sector. Aquellas instituciones que asumen el rol de educar a sus clientes no solo logran fidelizar y vender más: también contribuyen a prevenir fraudes, reducir costos asociados a reclamos y fortalecer la confianza en todo el ecosistema, generando al mismo tiempo un impacto social positivo.
La mayoría de las personas se siente perdida con sus finanzas; de hecho, según the Financial Brand, casi dos tercios de los adultos ni siquiera pueden responder preguntas financieras básicas. Lamentablemente el resultado son decisiones postergadas, desconfianza y gente siendo estafada.
Para los bancos, fintechs y empresas de crédito, cerrar esta brecha de conocimiento es una oportunidad estratégica para construir confianza y lealtad a largo plazo. Según el “Banker Consumer Study” realizado por Accenture, 88% de los jóvenes (Generación Z y millennials) quiere profundizar su conocimiento financiero.Y las instituciones que ofrecen esta educación no solo generan clientes más informados, sino que también logran fidelizarlos. De hecho, los bancos con clientes fieles que estaban dispuestos a recomendarlos, crecieron su facturación 1,7 veces más rápido que aquellos con bajos niveles de lealtad.
Al mismo tiempo, un estudio realizado por Conductor, mostró que los consumidores son 131% más propensos a comprar de una marca inmediatamente después de haber consumido contenido educativo. Y el efecto perdura, ya que una semana después, esos mismos consumidores seguían 48% más inclinados a elegir a la marca que les brindó esa educación. Aún más, en un experimento el 83,6% de los clientes optó por la marca que ofreció contenido educativo por encima de otras opciones similares.
La educación genera así un círculo virtuoso donde el cliente entiende mejor los productos financieros, se siente más seguro y valorado, lo que se traduce en confianza y acción.
Cómo convertir la educación financiera en un motor de ventas
Ahora bien, ¿cómo convertir la educación financiera en un motor real de tus ventas? La clave está en integrarla de forma auténtica en la experiencia del cliente, no tratarla algo aislado. Si tu empresa no brinda orientación en los momentos clave de decisión, el cliente la buscará en Google o incluso en Chat GPT (y posiblemente termine escogiendo a la competencia que sí le brinda esa información).
Algunas estrategias concretas para lograrlo pueden ser:
Educar en el momento adecuado – Un cliente confundido no compra
Incorpora contenido educativo directamente en el recorrido del cliente. No dejes que la educación este escondida en un blog que pocos leen; llévala a donde se toma la decisión. Por ejemplo, añadir una breve explicación en lenguaje simple cuando alguien llena la solicitud de un préstamo (¿tasa fija o variable? ¿cómo se calcula la tasa?), u ofrece un simulador interactivo que muestre cómo se compone la cuota de un crédito. Brindar ayuda en el instante preciso en que surgen las dudas, aumenta la comprensión y evita abandonos. Un cliente confundido, nunca compra.
Dejemos el tecnicismo y hablemos simple.
Según un estudio realizado por la OCDE, en latinoamérica solo el 42.4 % de los adultos empleados alcanzan niveles altos de lectura. Tenemos que empezar a hablar simple y con empatía en todo el sector. Hablar con tecnicismos aleja al cliente que no tiene entendimiento en medio de tanta información confusa.
Crear contenido que respondan a dudas reales (por básicas que parezcan) y explicar los conceptos con ejemplos de la vida cotidiana. Forma a tu equipo para que actúe como asesor, no como un vendedor agresivo: su misión debe ser ayudar a entender, más que empujar a firmar. Si el cliente siente que realmente lo estás acompañando y no solo tratando de venderle algo, ganarás su confianza – y con confianza vienen las ventas recurrentes.
Apóyate en aliados y herramientas digitales
No tienes por qué educar solo. Busca alianzas estratégicas con expertos, organizaciones o influencers financieros que compartan tus valores y tengan credibilidad. Colaborar en webinars, guías o talleres educativos con estos aliados puede amplificar el alcance y posicionarnos como referentes confiables en el sector.
Asimismo, apalancarse de tecnología, como un chatbot inteligente que responda preguntas frecuentes en lenguaje sencillo, una serie de micro-videos o módulos de aprendizaje en la app que utilizan, son recursos que mantienen a tus clientes informados 24/7. Cuantos más canales tenga el cliente para aprender a su ritmo – y hacerlo sin sentirse juzgado – más integrado estará la marca durante el proceso de decisión.
Otra alternativa es la de gamificar la educación financiera, transformando el aprendizaje en una experiencia interactiva que otorgue puntajes, insignias o recompensas a medida que el cliente avanza.
Educación financiera como escudo contra estafas y costos ocultos
Uno de los mayores riesgos para los clientes es caer en fraudes, esquemas engañosos o endeudamiento poco saludable. Esto no solo afecta la vida de las personas, sino que también generan costos significativos para las instituciones como reclamos, investigaciones, litigios, pérdida de reputación y, sobre todo, pérdida de confianza.
Aquí es donde la educación financiera se convierte en una estrategia preventiva, enseñando a clientes a identificar señales de alerta (phishing, créditos abusivos, inversiones milagrosas, cláusulas ocultas) disminuye la probabilidad de fraudes y reclamos posteriores. Cada cliente que sabe distinguir entre una oferta legítima y un intento de estafa es un cliente que no solo se protege a sí mismo, sino que también protege la solidez y reputación de la empresa.
Realmente estoy convencida que la educación financiera es la inversión más rentable para las empresas del sector. El costo de educar se paga solo cuando lo comparás con lo que se ahorra en fraudes, reclamos y adquisición de nuevos clientes.
En un sector donde la competencia es tan alta, invertir en educación financiera es una decisión estratégica que impulsa el crecimiento de las empresas, fortalece la rentabilidad y, al mismo tiempo, genera un impacto social positivo al mejorar la vida de las personas.
Gana la gente, gana el desarrollo y ganan las empresas.
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