Cuando pareciera que ya nada puede sorprendernos, llega a nuestras vidas Worldcoin, la criptomoneda biométrica creada por el cerebro detrás de OpenAI, Sam Altman, que tiene como sello distintivo el funcionar sobre la base del reconocimiento del iris. Aunque a muchos esto le pueda parecer propio de la ciencia ficción, en los hechos no ha mermado el entusiasmo de la gente alrededor del mundo por esta novedad, como lo evidencian las largas filas de adultos e, incluso, niños ansiosos por que les escaneen sus retinas para obtener una recompensa con el token WLD.
La situación está comenzando a generar alarma. De hecho, la Agencia Española de Protección de Datos prohibió a la empresa realizar el escaneo del iris de quienes adquieren criptomonedas a través de Worldcoin. En Chile se han presentado recursos de protección en Valparaíso y Santiago; uno de ellos es de un padre que alega que escanearon el iris de su hija menor de edad sin consentimiento ni autorización.
Lo anterior hace sentido, pues en el ámbito de la protección de datos, en nuestro país hay dos componentes que han tenido protagonismo. Por un lado, está el consentimiento, considerado como el principio rector en este aspecto. También se ha puesto el foco en las empresas en sí y en cómo estas abordan el tema. Pero, ¿y el usuario? ¿Alguien está pensando en él?
Estudios indican una alta confusión de parte de ellos. El Pew Research Center, por ejemplo, indicó que un 84% de los estadounidenses siente poco o nada de control respecto de los datos que recolecta el gobierno, mientras que para las empresas la cifra es de 81%. Un 78% y 59%, respectivamente, indicó tener poca comprensión acerca del uso que ambos estamentos le dan a sus datos.
Pero, por otra parte, las personas reconocen que no siempre son diligentes respecto de la evaluación de las políticas de privacidad y las condiciones de servicio que encuentran en sus interacciones: si bien el 97% afirma que alguna vez se les ha pedido que las aprueben, solo uno de cada cinco adultos asegura que siempre o a menudo las lee antes de aceptarlas, y el 36% dice que nunca lee la política de privacidad de una empresa antes de dar el ok. En Chile ocurre lo propio: según el SERNAC, el 72% de las personas dice estar muy o extremadamente preocupadas de que sus datos personales puedan ser recopilados en internet, pero en la práctica solo el 4,1% de ellas señalan siempre leer las políticas de privacidad.
¿De qué hablamos cuando hablamos de protección de datos?
Creemos que lo importante es abordar este tema desde una perspectiva más amplia, donde el que esté al centro sea el usuario, y las medidas que adoptemos para asegurar la protección de sus datos sean consistentes con sus hábitos y necesidades. Imaginemos, por un segundo, que se nos pida el consentimiento cada vez que compramos con nuestra tarjeta de débito o cargamos la tarjeta Bip del Metro: ¡una locura! Por otro lado, ¿tiene sentido pedir el consentimiento de la forma en que lo estamos haciendo, si la gente no lo lee? ¿Estamos realmente salvaguardando los datos de esta forma?
Un tercer aspecto importante en este sentido apunta al hecho de que necesitamos de un verdadero cambio cultural en la forma en que abordamos la protección de datos. Lo que ha sucedido con Worldcoin nos muestra que, si bien los ciudadanos declaran asignarle la mayor importancia a este tema, lo cierto es que en los hechos la seducción que ofrecen las nuevas tecnologías nubla la intención de salvaguardar la privacidad.
La protección de datos personales no es un tema abstracto: son los datos de alguien los que queremos preservar. Por ello, el foco debe siempre tener a la persona como eje, y las medidas que adoptemos deben hacerle sentido en su momento actual, lo que no implica que, en paralelo, podemos trabajar para lograr mejores prácticas de autocuidado en esta materia.
Por algo que hay que partir. Dada la importancia que tiene la dimensión económica en la vida de las personas, y las grandes vulnerabilidades a las que se exponen en este ámbito, que evidenciamos con el caso Worldcoin, es que la educación financiera asoma como un pilar fundamental. Es un proceso de largo aliento, pero vale la pena avanzar en ello, pues solo así podremos formar consumidores empoderados, informados y capaces de tomar mejores decisiones.
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