Orden financiero y economía argentina: desafíos y perspectivas para los próximos meses

Pasada la mitad de 2025, la economía argentina atraviesa una etapa de reordenamiento que combina señales de estabilidad con profundos desafíos estructurales. El primer semestre del año estuvo marcado por un fuerte ajuste fiscal, una contracción monetaria significativa y una desaceleración en la inflación mensual, que pasó de niveles de dos dígitos en el verano a cifras más moderadas hacia el invierno.

Desde el punto de vista del orden financiero, el gobierno ha logrado avanzar en la consolidación fiscal, reduciendo el déficit primario y mejorando su posición en términos de cuentas públicas. El “ancla fiscal” ha sido, sin dudas, el eje rector del programa económico vigente. El recorte del gasto real y el congelamiento de transferencias a provincias y empresas públicas generaron una rápida reducción de necesidades de financiamiento, aunque no sin costos sociales y políticos.

El frente monetario también mostró avances. La emisión monetaria se redujo drásticamente y el Banco Central mantuvo una política de esterilización activa. La tasa de interés real se mantuvo positiva, apuntando a la recomposición de la demanda de pesos. Esta combinación permitió una baja progresiva de la inflación núcleo, aunque el proceso aún no está consolidado y persisten riesgos de rebrote si no se logra una recuperación sostenible de la actividad.

La otra cara del ajuste ha sido la recesión. El nivel de actividad cayó en varios sectores sensibles al consumo y a la obra pública, con impacto directo en el empleo informal y el poder adquisitivo. Según datos recientes, el PBI habría retrocedido cerca del 4% interanual en el primer trimestre, con señales de estabilización incipiente hacia junio.

En cuanto al tipo de cambio, la brecha entre el dólar oficial y los tipos de cambio paralelos se redujo respecto de los máximos de 2023, aunque no logró cerrarse del todo. El proceso de desinflación, si se mantiene, podría permitir una mayor previsibilidad cambiaria, aunque esto dependerá en gran medida del manejo de expectativas y del equilibrio político que pueda sostener el rumbo actual.

¿Qué esperar, entonces, para el último semestre?

Desde una mirada técnica, si se consolida el orden fiscal y monetario, el segundo semestre podría marcar el inicio de una recuperación leve pero sostenida, especialmente en sectores exportadores, energía y algunos nichos industriales. La mejora en la cosecha y la normalización del comercio exterior también podrían aliviar tensiones en el frente externo.

Sin embargo, la recuperación dependerá en gran medida de dos factores clave: el acceso efectivo al crédito y la evolución del consumo interno. Si bien existen líneas de financiamiento disponibles, muchas personas quedan excluidas debido a su situación laboral: trabajadores informales o monotributistas que no califican bajo los criterios tradicionales del sistema financiero. Esta desconexión entre la oferta de crédito y la realidad del mercado laboral limita el potencial de recuperación del consumo, que sigue afectado por la pérdida de poder adquisitivo. La confianza tanto del consumidor como del sector empresario será fundamental para reactivar la inversión privada, motor indispensable para cualquier proceso de reactivación sostenida.

En síntesis, el escenario actual combina una macroeconomía que ha ganado en estabilidad nominal, pero que enfrenta desafíos concretos para traducir ese orden en crecimiento real y sostenido. La clave estará en mantener la disciplina fiscal sin desatender la dimensión social, fortalecer instituciones y avanzar en reformas estructurales que mejoren la productividad y reduzcan la incertidumbre de largo plazo.

La Argentina tiene una ventana de oportunidad para salir del ciclo crónico de crisis, pero aprovecharla dependerá de la capacidad del sistema político y económico para sostener el rumbo sin exclusiones ni atajos.

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