Educación financiera: un derecho, no un privilegio

Hablar de dinero sigue siendo un tabú. Nos enseñan a resolver ecuaciones complejas, pero no a manejar un presupuesto. Sabemos la fórmula del agua, pero no la de una inversión inteligente. Y así, generaciones enteras salen al mundo sin las herramientas básicas para tomar decisiones financieras acertadas. Mientras tanto, la economía sigue avanzando con una velocidad que parece inalcanzable para quienes no cuentan con los conocimientos necesarios para entenderla.

La educación financiera no debería ser un lujo reservado para quienes pueden pagar un asesor. Debería estar presente en las escuelas, en las universidades y en cada conversación cotidiana sobre el futuro. No se trata solo de aprender a ahorrar o evitar deudas; se trata de entender cómo funciona el dinero en un mundo donde las reglas cambian constantemente. ¿De qué sirve que un joven conozca los fundamentos de la economía global si no sabe cómo usar su salario de manera eficiente, o cómo evitar caer en las trampas del sobreendeudamiento? Nos enfrentamos a una realidad en la que el acceso al crédito está más al alcance de todos, pero sin educación financiera, ese acceso puede resultar perjudicial a largo plazo.

El desconocimiento financiero no solo afecta a las personas, sino a toda la economía. Un ciudadano que sabe manejar su crédito, que entiende sus obligaciones y derechos, es alguien que aporta estabilidad al sistema en lugar de cargar con deudas impagables.

Hoy, el contexto en Argentina, permitiría cancelar deudas caras con créditos más baratos.

Las personas pueden tomar créditos de por lo menos la mitad de tasa que tomaban hace poco más de un año. Esta perspectiva resalta una verdad fundamental: la educación financiera no solo mejora las decisiones personales, sino que también tiene un impacto directo en el bienestar económico colectivo. Una población educada financieramente es más capaz de manejar la incertidumbre, de planificar para el futuro y de contribuir al crecimiento económico, sin caer en ciclos de deuda que terminan por afectar a toda la sociedad.

Con la digitalización, las oportunidades para acceder a herramientas financieras son enormes, pero sin conocimiento, también lo son los riesgos. Tarjetas, créditos rápidos, inversiones… Todo está al alcance de un clic, pero sin información adecuada, esas opciones pueden convertirse en trampas peligrosas. La falta de comprensión financiera genera decisiones impulsivas y a menudo perjudiciales. Por ejemplo, la gente puede recurrir a préstamos sin entender sus términos o adquirir productos financieros sin saber cómo manejarlos correctamente. Esta desinformación se traduce en una creciente deuda personal, que a su vez afecta el crédito y la calidad de vida de muchas personas.

Es hora de que dejemos de ver la educación financiera como un tema secundario. Saber manejar el dinero es tan importante como cualquier otra habilidad de la vida. A medida que las tecnologías avanzan y los sistemas económicos se vuelven más complejos, la educación financiera se convierte en una habilidad esencial para navegar el mundo moderno. Es momento de asumir la responsabilidad de aprender y exigir que este conocimiento sea accesible para todos, desde los jóvenes hasta los adultos mayores. Un futuro financiero sólido no es un sueño inalcanzable, es un derecho que todos debemos tener la oportunidad de alcanzar.

El acceso a la educación financiera está hoy al alcance de todos gracias a las redes sociales y la tecnología. Existen miles de recursos gratuitos, desde videos explicativos y podcasts hasta aplicaciones móviles que permiten aprender a manejar el dinero de forma sencilla.

Si bien el conocimiento financiero puede parecer intimidante al principio, no hay mejor momento que el actual para comenzar. Solo hace falta dar el primer paso: seguir a expertos en plataformas como YouTube, LinkedIn o Instagram, descargar apps educativas o leer blogs sobre finanzas. La información está allí, solo es cuestión de buscarla y aprovecharla para transformar nuestra relación con el dinero.

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