La innovación es fundamental: para crecer, para diferenciarse, para no quedarse atrás. De tanto repetirlo, podemos caer en la tentación de olvidar su verdadera esencia ¿Cuál? Que no es un fin en sí mismo, sino un medio.

En el sistema financiero, el propósito detrás de la innovación debiera ser la inclusión financiera, a través de herramientas y soluciones que nos permitan hacer visibles a quienes actualmente no están dentro del sistema, o bien para diseñar productos para quienes sí lo están, con opciones cada vez más personalizadas para optimizar beneficios y, no menos importante, evitar el sobreendeudamiento.
El desafío es cómo lograrlo. Por lo general, la innovación no surge espontáneamente, sino que se genera en un ecosistema propicio, donde sea posible desplegar todo el potencial de personas y equipos.
Dentro de estas condiciones del entorno, creo que la base es la seguridad. Estamos en la era del security by design y privacy by design, donde la innovación necesita de espaldas para ser sostenible, lo que se traduce en procesos robustos y estructuras que aseguren la protección de los datos que se analizan y administran.
Este es un factor con el cual no pueden transar las legislaciones, las empresas ni los mismos consumidores, sobre todo ahora, cuando estamos compartiendo cada vez más datos personales en el entorno digital. Con este tema no hay atajos y las empresas deben invertir en generar espacios confiables y sostenibles.
Hoy, diversos países de Latinoamérica avanzan hacia modelos de Finanzas Abiertas u Open Banking, que impulsan la innovación gracias a la aplicación de data completa. México fue pionero con su sistema de Open Finance, seguido por Brasil, Colombia y recientemente Chile, entre otros países de la región que ya disponen de marcos regulatorios propios.
¿Cómo capturar ventajas comparativas en este nuevo entorno?
La clave es que las empresas comiencen a trabajar en sus culturas organizacionales. La innovación no florece en organizaciones rígidas. Requiere líderes que acepten el error como parte del aprendizaje, que promuevan la colaboración transversal y que inspiren curiosidad y apertura.
Para que esto ocurra, es vital contar con estilos de liderazgo que estén alineados con esta visión y que den el ejemplo. Solo así lograremos procesos ágiles y colaborativos, que conecten a distintos actores del sistema —públicos, privados, tradicionales y emergentes—, hacia un propósito común.
Quienes lideren el ecosistema, y particularmente las empresas con mayor experiencia, recursos y madurez, están llamadas a elevar el estándar desde la responsabilidad y compromiso con el desarrollo sostenible del sector. Innovar sí. Pero con propósito, con reglas claras y con la responsabilidad que implica mover la vara hacia un sistema más inclusivo, confiable y justo.

