Educación y capacitación para la productividad

Recientemente conocimos los resultados del Informe Anual de Productividad 2024 que elabora la Comisión Nacional de Evaluación y Productividad (CNEP) de Chile. Quizás de forma poco sorpresiva, nos enteramos de que esta permanece estancada, y sigue sin aportar al crecimiento económico del país.

La productividad es un fenómeno complejo en el que intervienen varios elementos. De hecho, la misma CNEP atribuyó su lento crecimiento a causas que van desde la desaceleración de la productividad a nivel global, distorsiones en la asignación eficiente de recursos en la economía, bajos índices de I+D+i y un rezago del sistema educativo y de formación de competencias, entre otras. Respecto de esto último, el informe da aún más luces, pues mide la productividad laboral. Si bien creció un 1% respecto del año anterior, debió su alza a un aumento de capital por trabajador, y menos a factores como el capital humano.

Estas cifras vuelven a poner en la palestra la importancia de la educación, ámbito en el que tenemos enormes desafíos. Por ejemplo, a fines del año pasado la OCDE reportó que el 44% de los adultos en Chile presentan competencias insuficientes tanto en comprensión de textos como en matemáticas y en resolución dinámica de problemas. Otro factor para analizar son los fenómenos como la brecha de género en matemáticas persisten en Chile, lo que se observó tanto en la recientemente rendida PAES como también en la última prueba TIMSS de octavo básico.

¿Por qué es tan importante mirar la educación?

Si bien no es el único factor que influye en la productividad, sí juega un papel crucial en la mejora de competencias y en la capacidad de adaptación a nuevos retos en el entorno laboral. En efecto, quizás hemos puesto mucha esperanza en herramientas como la IA, y nos olvidamos de que son, justamente, herramientas que requieren de personas bien preparadas para sacarles el máximo provecho.

Y acá la invitación es a ampliar la mirada, y hacernos cargo, no solo de la educación escolar, sino también de la capacitación en el mundo laboral.

Los trabajadores debemos estar permanentemente aprendiendo. No solo mejora la empleabilidad, sino que contribuye a que las organizaciones aumenten su eficiencia, competitividad y capacidad de adaptación.

Un estudio de Libertad y Desarrollo de septiembre pasado en el que se analizaba el sistema de capacitación en Chile, sin embargo, mostró que, de acuerdo a datos de 2023, un 84% de los trabajadores capacitados con la franquicia SENCE provenía de grandes empresas, mientras que solo un 4% lo hacía de micro y pequeñas empresas y un 5% de medianas empresas, en circunstancias de que las pymes son las responsables del 63% del empleo según datos del Ministerio de Economía. Hay ahí, sin duda, algo que corregir. Pero quizás más importante aún es que las mismas personas nos asumamos como aprendices de forma permanente, y aprovechemos la existencia de decenas de plataformas de capacitación -algunas, incluso, gratuitas- para capacitarnos de forma autodidacta. Abracemos, pues, la idea de que el aprendizaje no termina en la universidad o escuela, sino que nos acompaña toda la vida.

El futuro de la productividad depende en gran parte de una fuerza laboral que combine conocimiento con habilidades prácticas, y de empresas que comprendan el valor de formar equipos preparados para enfrentar los desafíos del presente y del mañana. Mejorar la educación y asumir que la capacitación debe ser algo permanente es sembrar en el terreno más fértil: el talento humano. Solo así podremos cosechar sociedades más prósperas, equitativas y competitivas.

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