El management del pensamiento

El management de la era industrial, con su origen en el siglo XIX, era básicamente práctico y manual. Sin embargo, con la tercera ola de Alvin Toffler, hace más de 40 años, ya comenzaban a aflorar las enseñanzas que nos deparaban los especialistas del management del conocimiento.

Los integrantes de los procesos manuales, que se hallaban en la era de la producción masiva, fueron poco a poco sustituidos por la estructura y contenidos de los sistemas automáticos. Esto mismo ocurrió cuando los especialistas del conocimiento sintieron mermado su radio de acción por la creciente digitalización de muchas de sus tareas.

¿Cuál es, entonces, el papel de la IA y la Robótica, hoy, en la era de la digitalización?

¿Cuál será su próxima víctima? ¿Y esta será sustituida íntegramente?

Es probable que las máquinas hagan todas las operaciones físicas y que procesen toda la información y datos,  seguro que tomaran decisiones de sesgo tecnológico racional y traten de acabar con todos los trabajos que supimos conocer. Pero hay algo seguro, no podrán acabar con el último reducto que aún queda, el de los procesos mentales de los humanos, que no son replicables en su integridad de manera artificial.

Los trabajadores del conocimiento evolucionarán y crearán un nuevo management, el de los, trabajadores del pensamiento, como dice Xavier Marcet, “trabajadores que tienen  como principal competencia su capacidad de pensar, para decidir,  para operar, para impactar”.

Seguro que las máquinas darán respuestas, pero una tarea ineludible en las respuestas es la originalidad del pensamiento. Estas tiene un sustrato, una fertilidad recibida del rodaje, articulado en infinitos entornos y contextos, con todas las combinaciones posibles, que se llama singularidad humana, y nace siempre de las preguntas que sabemos hacer.   

Debemos expresar lo que ya sabemos desde hace tiempo, el origen de la competitividad de las Empresas estará siempre asentado en las personas que las dirigen, y en su proclividad al aprendizaje, ya que sigue siendo valiosa la frase de Arie de Geus: “La capacidad para aprender más deprisa que la competencia, es quizás  la única ventaja competitiva sostenible”.

Cada vez hay más pruebas de que las empresas fracasan porque sus políticas y prácticas dejan de darle valor a la forma de pensar y a la lectura del entorno económico.

Dicho de otra manera, las empresas mueren porque sus directivos se centran exclusivamente en la automatización y digitalización para producir bienes y servicios de volúmenes infinitos, y se olvidan de qué es una organización, con una estructura comunitaria de seres humanos que hacen negocios —cualquier negocio— y que para mantenerse con vida deben aprender.

Ello es posible, aprender, cuando se crea una fusión entre los nuevos conocimientos o herramientas y la trayectoria personal. Las fuentes de la competitividad de las empresas serán siempre las personas, que piensan, que aprenden, y que utilizan las tecnologías digitales y la IA, ya que son potentes, pero con el tiempo también les aparece el atributo perentorio de la obsolescencia tecnológica.

La IA pone las respuestas, pero las personas tienen la capacidad de hacer las preguntas claves. 

Las innovaciones deben ser compatibles con los valores sociales que predicamos en una sociedad donde el management del pensamiento será clave.

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