A estas alturas, la mayoría de nosotros ya hemos pedido, con mayor o menor gracia, que la IA nos genere algo. Ya sea con ChatGPT, Gemini u otra herramienta, el resultado depende del famoso “prompt”, es decir, de cómo formulamos nuestra petición. Cuanto mejor sea nuestra solicitud, mejor será el resultado que obtendremos. Como cualquier tecnología novedosa, nos ha impresionado: “¡La IA genera cosas!”. Nos resulta sorprendente.
Desde ese momento, nuestra imaginación se dispara, alimentada por las películas futuristas de robots e IA que hemos visto, y le atribuimos un poder que aún no posee. Hoy por hoy, la IA genera resultados basándose en el pasado y predice el mejor resultado esperado. Y recalco “de momento” porque no puedo afirmar si esto cambiará en el futuro. Actualmente, no es inteligente en el sentido estricto de la palabra, es predictiva.
Por lo tanto, seguimos confiando en que deberemos usar nuestra capacidad humana para innovar, romper paradigmas y hacer las cosas de manera diferente. Si quisiéramos diferenciar entre generar y crear, podríamos decir que la IA genera basándose en el pasado, mientras que los humanos somos capaces de crear desde cero. Esta capacidad nos permite avanzar de forma más disruptiva. En otras palabras, la IA genera de forma lineal, pero los humanos podemos crear de forma exponencial.
Dicho esto, la IA puede ayudarnos, y mucho, en nuestro día a día, y está avanzando a gran velocidad. Hace apenas dos años se popularizó ChatGPT, democratizando el uso de la IA generativa. Tal vez por eso tenemos la sensación de que la IA tiene solo dos años, pero en realidad se trabaja en este campo desde hace mucho tiempo. De hecho, el término “inteligencia artificial” lo acuñó John McCarthy en 1956, aunque los precursores fueron Warren McCulloch y Walter Pitts, quienes en 1943 presentaron su modelo de neuronas artificiales, aunque aún no la llamaban IA.
Lo cierto es que en estos dos últimos años el avance ha sido espectacular, y la democratización de la IA, muy rápida. Sin embargo, en muchos casos usamos soluciones que incluyen IA sin ser conscientes de ello. Pero este es el curso natural de la tecnología: cuando dejamos de darnos cuenta de que la utilizamos, es cuando realmente la hemos integrado en nuestras vidas.
Remontándonos al 1983, cuando nació Internet, si alguien nos hubiera dicho que las empresas que no estuvieran en la red no existirían, probablemente lo habríamos considerado una exageración. Hoy, sin embargo, esto es casi una realidad. Si no estás en Internet o en las redes sociales, no existes. Hace años, Bill Gates dijo: “Habrá dos tipos de negocios en el siglo XXI: aquellos que estén en Internet y aquellos que no existan”. Parafraseando, podríamos decir ahora: “Habrá dos tipos de negocios a mitad del siglo XXI: aquellos que utilicen IA y aquellos que no existan”.
Centrándonos en el sector inmobiliario, muchas empresas ya utilizan la IA, algunas conscientemente y otras porque las soluciones que emplean la incorporan. Veamos algunos ejemplos de su uso:
- Aplicaciones que mejoran la relación con los clientes: chatbots que atienden 24/7 para ofrecer información que no requiere empatía, asistentes virtuales o herramientas para realizar un seguimiento personalizado de las necesidades de los clientes.
- Aplicaciones que mejoran la eficiencia operativa: optimización de fotografías de inmuebles, diseño de edificios, opciones de decoración, creación de contenidos para redes sociales o blogs, así como redacción de propuestas y documentos.
- Aplicaciones para la toma de decisiones: valoraciones inmobiliarias más precisas, integración de criterios de sostenibilidad en inmuebles, análisis de datos y predicciones sobre compras o precios futuros de propiedades.
La verdadera potencia llega cuando pasamos de soluciones individuales a sistemas integrados que combinan múltiples funcionalidades. Por ejemplo, un chatbot que no solo interactúa con los clientes, sino que también registra datos automáticamente en sistemas informáticos.
El próximo salto radical ocurrirá cuando combinemos la IA con nuevos dispositivos de hardware. Al igual que el iPhone revolucionó la conectividad y disparó el uso de Internet en nuestra vida diaria, dispositivos como las gafas de realidad virtual y aumentada podrán hacer que el uso de la IA crezca exponencialmente.
En conclusión, la IA es una herramienta, y como cualquier herramienta, puede ser utilizada correctamente o de manera inapropiada. En mi opinión, debemos usarla, pero con cautela: sin otorgarle poderes que todavía no tiene ni subestimando su potencial.
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