Las jóvenes compañías tecnológicas están reconfigurando el panorama de los pagos, con soluciones ágiles y colaboraciones estratégicas que aceleran la transformación financiera.

La digitalización ha abierto la puerta a un auge sin precedentes en el sector de los pagos. En este contexto, las startups fintech —conocidas como paytechs— emergen como catalizadoras de cambio, con soluciones que combinan usabilidad, seguridad y eficiencia. Lejos de competir frontalmente, estos actores se alían con grandes corporaciones para unir innovación y escalabilidad. Según el estudio Pulse of Fintech de KPMG, el 60% de la inversión global en fintech en 2024 se dirigió a soluciones de pago, lo que muestra un claro apetito por este tipo de propuestas.
Programas como Mastercard for Fintechs, que celebra su segunda edición en Barcelona, refuerzan esta sinergia: mientras las startups acceden a redes globales y soporte técnico, las grandes compañías ganan en agilidad e innovación. El caso de la española Divilo y su tecnología Tap to Phone es ilustrativo: convirtió el móvil en datáfono sin hardware adicional, simplificando los cobros en múltiples sectores.
España pisa fuerte en la carrera de la innovación
El ecosistema nacional también aporta casos como Silbo Money, que permite enviar dinero a través de WhatsApp, o Sipay, que explora soluciones ‘todo en uno’. Además, la tendencia hacia el embedded banking —productos financieros integrados en servicios no bancarios— se consolida con ejemplos como la plataforma de Mahou San Miguel para hostelería. A pesar de los desafíos regulatorios y de talento, los expertos coinciden: los pagos son el área más activa del mundo fintech.
En este escenario de transformación constante, las startups no solo están redefiniendo cómo se realizan los pagos, sino también quién lidera la innovación en el sector financiero. Con un enfoque centrado en la experiencia del usuario, la agilidad en el desarrollo y la apertura a nuevas tecnologías, estas empresas emergentes están marcando el rumbo del futuro financiero. A medida que la colaboración entre actores tradicionales y nuevos entrantes se consolida como una fórmula de éxito, todo apunta a que el verdadero valor se generará en la intersección entre solidez institucional y disrupción creativa.