
Lo que comenzó con un simple mensaje en LinkedIn se ha transformado en un movimiento de solidaridad con un alcance impresionante. GOOD MAX no es únicamente una campaña de sensibilización sobre el cáncer infantil, sino que constituye un verdadero testimonio de valentía y comunidad.
Inspirada en la pasión de Max por las motos, la agencia La Despensa ha creado una historia visual en la que la luz y la oscuridad representan la lucha contra la enfermedad. Con la colaboración de figuras como Alberto García-Alix, el director Jean Lafleur, y un grupo de moteros que recorrieron España para unirse a la iniciativa, este causa ha logrado movilizar a cientos de personas.
En esta entrevista, Miguel Olivares y Javier Carrasco, socios fundadores de La Despensa, nos cuentan cómo surgió el proyecto, los retos de contar esta historia con autenticidad, el impacto que ya está generando y cómo esperan movilizar a más personas en torno a la causa.
¿Cómo surgió la idea de crear una campaña tan personal como GOOD MAX, que está tan ligada a la historia de Max y su pasión por las motos?
El proyecto Good Max surgió de la manera más inesperada. En un lugar como LinkedIn, donde todos buscan venderte algo o concertar reuniones futuras, recibimos un mensaje que destacaba entre el ruido. Era Max (o Ignacio hablando en nombre de Max) buscando aliados para su causa, sin saber muy bien cómo encauzarla. Quizás vio un video nuestro y pensó: “Voy a llamar a esta gente, a ver qué pasa.”
Nosotros, siempre atentos y con la sensibilidad a flor de piel, detectamos la chispa de luz detrás de esa llamada. Nos pusimos en contacto con Ignacio, y fue algo muy natural: sentimos que teníamos que ayudar, que debíamos involucrarnos para dar una respuesta a la altura del problema que enfrentaba Max. Sin dudarlo, decidimos que teníamos que hacer algo significativo.
Max es un niño muy valiente y su afición por las motos ha sido el eje central de esta campaña. ¿Cómo decidieron integrar esa pasión en la narrativa visual del proyecto?
Las motos estaban presentes desde el primer momento. Ignacio y Max, ambos apasionados moteros, tenían el sueño de hacer la Transpirenaica y buscaban ayuda y patrocinio. Esa pasión por las motos la convertimos en el eje de la narrativa visual del proyecto. Queríamos reflejar la lucha de Max contra la enfermedad a través de un juego de luces y sombras, simbolizando la dualidad entre lo bueno y lo malo, la oscuridad y la luz. A pesar de la adversidad, queríamos transmitir que no hay que dejar de luchar y que siempre se debe buscar la luz.
En este punto, comenzó a gestarse la ola solidaria: contactamos con Alberto García-Alix, El Solitario, y Machete, así como con otros moteros y colaboradores que encajaban perfectamente con la narrativa de resistencia y valentía.
El nombre GOOD MAX fue como un rayo de inspiración, jugando con la idea de Mad Max pero dándole un giro positivo y poderoso. Fue un juego de palabras simple, pero cargado de significado y fuerza que ayudó a tener un leitmotiv desde el inicio de creación del proyecto.
La campaña refleja la lucha contra el cáncer infantil de una forma muy intensa y emotiva. ¿Cuál fue el principal desafío a la hora de transmitir un mensaje tan poderoso pero accesible?
Para transmitir un mensaje tan poderoso y accesible, decidimos alejarnos de los códigos tradicionales de las campañas de sensibilización. Optamos por un enfoque distinto, centrado en la palabra “furia”, que nos parecía interesante porque añadía una actitud diferente y más combativa. Para nosotros, no se trata tanto de lo que sucede, sino de cómo reaccionamos ante lo que sucede.
En este sentido, la fuerza de Ignacio y su familia, enfrentándose a esta situación con tanta valentía, nos parecía la gasolina y el motor que daba aún más alas al concepto. Fue esa energía la que queríamos reflejar, llevándola a un plano más combativo y emocionante.
“La fuerza de Ignacio y su familia, enfrentándose a esta situación con tanta valentía, nos parecía la gasolina y el motor que daba aún más alas al concepto”
En un proyecto tan cercano y emocional, ¿cómo fue trabajar de manera tan estrecha con la familia Vilarroig y contar su historia de forma tan sincera?
Trabajar con la familia Vilarroig fue una experiencia profundamente conmovedora para nosotros. Recuerdo que al terminar el rodaje en la Yesera de Tembleque, en Toledo, la energía que se vivía era increíble. Estar rodeados de Ignacio y toda la familia, quienes no estaban acostumbrados al mundo de la publicidad y los rodajes, fue algo abrumador y lleno de magia.
Esa noche, nos fuimos a casa con la sensación de que, incluso si hubiésemos guardado la película en un cajón y nadie más la hubiera visto, ya nos sentiríamos retribuidos y energizados. Fue un subidón de ilusión y fuerza. Ese gesto, esa sensación de satisfacción con solo haber vivido esa experiencia, fue ya muy poderoso.
Pero lo más bonito es que la película no se quedó en un cajón. Vio la luz y está funcionando, atrayendo a más gente a la causa y movilizando corazones. Es muy satisfactorio ver cómo algo tan sincero y cercano puede tener un impacto tan grande.
La colaboración con figuras como Alberto García-Alix y Jean Lafleur, junto con los moteros, aporta una gran fuerza visual al proyecto. ¿Cómo se gestaron estas colaboraciones y cómo impactan en la campaña?
Cuando tienes una idea, es como una pequeña llama y esperas que quienes se sumen no solo la aviven, sino que aporten más leña para hacerla crecer. Fue un proceso muy orgánico: conocíamos a Alberto García-Alix y a los moteros, así que les enviamos una especie de sonda energética: “Amigos, os necesitamos”. Fue alucinante ver cómo la gente se sumó desde diferentes puntos de España, algunos incluso tomándose días libres para estar en el rodaje en la yesera, soportando el frío y la intemperie.
Toda una verdadera cadena de favores, y ahora estamos viendo el impacto: la campaña está por todos los lados, en trenes, en exteriores, en cines, y está movilizando a influencers y a un ejército de personas tocadas por la causa. Es increíble ver cómo algo que empezó como una pequeña chispa, ahora está llegando muchísimo más lejos, movilizando, compartiendo y haciendo que esto cobre vida.
Sabemos que solo el 4% de los fondos se destinan a la investigación del cáncer infantil. ¿Cómo creéis que iniciativas como GOOD MAX pueden cambiar esta realidad?
Lo primero es que la gente tome conciencia de esta realidad, porque es algo que solo conoces si lo vives de cerca. La toma de conciencia es clave para poder conectar con la causa; si no conoces el problema, es muy difícil que te conectes emocionalmente.
Una vez que te conectas con la causa, lo que decimos es que Max no está solo; Max es la lucha de muchos. Como él mismo comentaba en una entrevista reciente, aunque es su historia, representa a muchos otros niños que están en su situación. Max es, en cierta forma, el caballo de Troya de una situación que debemos revertir, invirtiendo en investigación y conociendo más para poder combatirla. La lucha existe porque conoces, porque tienes medios para pelear.
Iniciativas como GOOD MAX pueden cambiar esta realidad al visibilizar la situación y movilizar recursos y personas en torno a la causa.
“Max es, en cierta forma, el caballo de Troya de una situación que debemos revertir, invirtiendo en investigación y conociendo más para poder combatirla”
Finalmente, ¿qué mensaje les gustaría dejar a todas las personas que vean el vídeo y se acerquen a la causa?
El mensaje es sobre todo de agradecimiento. Agradecimiento a todas las personas que se están movilizando, compartiendo y llevando el mensaje de GOOD MAX mucho más lejos. Es increíble ver cómo un proyecto se convierte en una marea, una marea real y energética.
Animarlos a recordar que aquí el gran aprendizaje no es lo que nos sucede, sino lo que hacemos con lo que nos sucede. Todos enfrentamos desafíos, pero es la actitud y la forma en que respondemos lo que realmente importa. La familia Vilarroig es un claro ejemplo de esto: les ha sucedido algo difícil, pero están luchando con una actitud y una furia admirables.
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