Damocles y el sector del recobro

Según la cultura griega clásica, Damocles fue un cortesano tremendamente adulador de su rey Dionisio I. El rey, harto de tanto exceso, le organizó un banquete donde se le iba a tratar a cuerpo de rey, accediendo a todas sus peticiones, independientemente de cuáles fueran. No obstante, debía permanecer en ese banquete especial, sentado bajo una gran espada sobre su cabeza, que pendía únicamente de un hilo fino hecho con crin de caballo. Esta leyenda parece de actualidad cuando la comparamos con la situación que vive el sector del recobro y la inversión en carteras impagadas actualmente. 

Tras muchos años reclamando para el sector una regulación que nos diera solidez representativa, reforzara nuestra imagen, eliminara comparativas inadecuadas, y nos igualara con el resto de los países de nuestro entorno…. llega como en la leyenda, el día del banquete en nuestro honor, en forma de transposición de una Directiva Europea. 

Con esta, se regulará el sector y a sus participantes mediante la definición de la necesaria acreditación para ejercer la actividad, tanto para las empresas como para sus trabajadores. Lo harán a través de la asignación de un regulador de prestigio para velar por el cumplimiento, el establecimiento de un régimen sancionador, y por último y no menos importante, regulando el desarrollo de la actividad. Esto afectara, por lo menos, en lo que refiere a prestar servicios de recobro a entidades financieras o a inversores que previamente hayan comprado dichos portfolios a esa entidades, o para participar como adquirente en el mercado de compra/venta de esas Carteras.

Pues bien, a ese “banquete” se ha llegado después de solicitar durante mucho tiempo la nueva regulación y después de creer firmemente que solo se eliminarían las comparaciones con otras prácticas desgraciadamente muy conocidas, el día que, al igual que ocurre con otros sectores, la praxis y sus partícipes estuvieran regulados por ley y “vigilado” su cumplimiento por una institución de prestigio.

Y, al igual que en la leyenda, cuando sentados en la mesa del banquete y con el reconocimiento esperado, hemos levantado la cabeza, y … sí, ahí está, una espada de gran tamaño pendiente de un hilo. Y es que el anteproyecto, en su redacción actual, instaura procedimientos/principios tan anodinos como la necesidad de ofrecer al deudor individual la posibilidad de cancelar su deuda, por el mismo precio que el que se ha pagado por el porfolio en su conjunto.

Curiosa interpretación que, llevada a su máxima extensión, debería ofrecernos a todos la posibilidad de comprar una naranja al mismo precio que la multinacional del Centro Comercial haya comprado las miles de toneladas. Por supuesto, obviando el coste de distribución, almacenamiento, puesta a disposición, obsolescencia/destrucción de algunas porciones. Y, por supuesto, algo tan respetable como su margen empresarial, al que deberían también renunciar para proteger al consumidor de naranjas de determinada vulnerabilidad.

Si aquellos que estáis leyendo este pequeño artículo todavía no habéis entendido la analogía, seguro que ahora no tenéis ninguna duda de su exactitud: de cumplirse así, en su redacción actual, el mundo de las adquisiciones de portfolios de particulares a entidades financieras, y su posterior servicio de recobro, quedaría seriamente tocado.

Además, existen en el anteproyecto algunas perlas, como la condición de vulnerabilidad de los deudores, que otorga algunos privilegios de difícil anticipación, cálculo, e introducen una incertidumbre regulatoria adicional, en un sector donde todo es riesgo y cuya rentabilidad final cada vez, está más sub iudice.

La conclusión es clara: el sector, sin casi excepciones, quiere regularse, incluso por encima de lo marcado por el anteproyecto, no solo para deuda de entidades financieras, sino para todo tipo de deudas.

Solicita la necesidad de cumplir con unos preceptos a definir para formar parte de un negocio en el que quizás ya llevé más de 25 años. Acepta, incluso, la existencia de un árbitro potente y un régimen sancionador acorde y obviamente quiere mayoritariamente que sus prácticas estén homólogas, como ya se autorregularon: con un código ético donde el respeto al deudor sea máximo y conforme a derecho.

Ahora bien, el sector quiere que sobreviva una actividad gracias a la cual se retornan cientos de millones cada mes. Al ciclo productivo, se constituye en pilar de salvación del sistema financiero cuando las circunstancias obligan a evacuar las insolvencias por la vía rápida. Asimismo, soluciona mediante descuentos la deuda impagada por muchos deudores, y da trabajo a un número considerable de profesionales con gran capacitación y exigencia continua.

Evidentemente, espero que, al igual que en la leyenda, nadie tenga que levantarse del banquete por miedo a las consecuencias del mismo y que, por supuesto, las únicas espadas que estén sobre la cabeza de los invitados sean: la libre competencia; la continua competitividad galopante de sus miembros; y la adecuada preparación para los tiempos y necesidades futuras.

Sigue toda la información de Open Hub News en X y Linkedin , o en nuestra newsletter.
  

Autor