Las pasadas Navidades, un buen amigo me hizo esta pregunta: “Quiero aportar mi grano de arena al medio ambiente, ¿me compro un coche eléctrico?”. Inicialmente, mi respuesta fue un rotundo “sí, claro”, pero tras reflexionar más detenidamente, me di cuenta de que la respuesta no es tan sencilla y requiere ciertos matices.
Comienzo esta nota expresando mi firme convicción de que debemos reducir o eliminar el uso de combustibles fósiles en la movilidad, y que la transición hacia vehículos eléctricos es, por el momento, la vía que seguir. Sin embargo, en el caso de un particular que recorre entre 10,000 y 15,000 kilómetros al año en su automóvil, la respuesta no es tan evidente.
La fabricación de un coche de tamaño medio con motor térmico emite aproximadamente 6 toneladas de CO2, mientras que la fabricación de un vehículo eléctrico del mismo tamaño puede generar alrededor de 12 toneladas de CO2, siendo más del 50% de estas emisiones atribuibles a la producción de la batería. Y si consideramos un SUV eléctrico grande, las emisiones asociadas a su fabricación aumentan en más del 50%.
Además, la procedencia de las baterías puede marcar una diferencia de hasta 3 o 4 toneladas en las emisiones. Las suecas son las más eco amigables, aunque lamentablemente su producción aún es limitada y las chinas las menos, aunque son la mayoría.
Esperamos que, con los avances tecnológicos, estas cifras de emisiones vayan reduciéndose con el tiempo. Pero, actualmente, para que un coche de combustión interna que emite alrededor de 120 gramos de CO2 por kilómetro alcance las emisiones totales de un coche eléctrico, deberá recorrer entre 60,000 y 70,000 kilómetros.
Al igual que en el caso de las baterías, es importante señalar que estas cifras varían según el lugar de fabricación del automóvil y el país en que se use, ya que la generación de electricidad a partir de combustibles fósiles difiere entre países. Por ejemplo, la generación de un kWh en Francia emite aproximadamente 60 gramos de CO2, en España 120 gramos, en Alemania 348 gramos y en Polonia 721 gramos.
Y si esto lo traducimos a la forma que estamos más acostumbrados a medir y usamos el mix energético europeo, un coche eléctrico medio emite alrededor de 60 gCO2/km.
La multitud de variables es confusa y puede dificultar la medición precisa de las emisiones de un vehículo específico, razón por la cual se recurre a promedios, aunque estos no siempre resulten completamente satisfactorios.
Lo que está claro es que un automóvil eléctrico fabricado en Suecia y utilizado en Francia es más respetuoso con el medio ambiente que uno fabricado en China y utilizado en Polonia. Sin embargo, incluso en este último caso, durante su ciclo de vida, el vehículo eléctrico seguirá siendo más limpio que uno con motor de combustión interna.
En resumen, reafirmo mi respuesta inicial de “sí, claro”.
No obstante, si realmente queremos aportar nuestro granito de arena al medio ambiente, hay otras consideraciones a tener en cuenta.
La primera es reconocer que la movilidad más limpia es aquella que no se produce. Si podemos evitar algunos desplazamientos, eso será el mayor ahorro de emisiones. Si además podemos realizar ciertos trayectos en transporte público, esto también contribuye positivamente. Y, por último, si decidimos comprar un automóvil, optar por uno eléctrico y lo más pequeño posible.
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