El reto de la facturación electrónica: cómo evitar sanciones y optimizar gastos

La digitalización empresarial dejó de ser una opción hace ya tiempo para convertirse en una obligación estratégica. Aunque pueda parecer un proceso complejo de inicio, lo cierto es que ofrece ventajas evidentes: automatización, trazabilidad y control. Sin embargo, improvisar en este camino puede salir caro. Con la factura electrónica B2B a la vuelta de la esquina, la planificación es la única forma de evitar sanciones y optimizar costes.

La Ley 18/2022, conocida como Ley Crea y Crece, establece que todas las empresas y profesionales deberán emitir y recibir facturas electrónicas en operaciones B2B. El despliegue será escalonado tras la publicación del Real Decreto: las grandes empresas tendrán un año para adaptarse; el resto, dos. El objetivo de la Administración no es intervenir en el cobro inmediato, sino garantizar transparencia y control en la facturación. Se busca que todas las operaciones entre empresas se registren de forma íntegra y verificable, reduciendo así la opacidad y la morosidad.

Este matiz es fundamental: no se trata de fiscalizar cada pago, sino de asegurar que las transacciones se lleven a cabo con integridad y que la información fluya sin obstáculos. Este control se apoya en dos pilares esenciales. Por un lado, la obligación de informar sobre el estado de cada factura, pasando por la aceptación, el rechazo o el pago. Por otro, también se deberá remitir copias de dichas la remisión de copias a una plataforma pública, de forma que la Administración pueda supervisar los plazos y detectar incumplimientos.

De esta forma, se busca proteger la liquidez empresarial y crear así un ecosistema más fiable. Además, entra en juego Verifactu, el sistema que garantizará la integridad y autenticidad de los registros. Su función es sencilla pero decisiva: asegurar que cada factura cumpla los estándares y no pueda ser alterada. En otras palabras, Verifactu será el guardián técnico que respalde la transparencia exigida por la normativa.

El segundo borrador del reglamento confirma que no bastará con enviar un PDF, sinó que será necesaria una estructura que respalde este proceso de digitalización. Las facturas deberán remitirse en formato UBL, Universal Business Language, un estándar internacional que permite la interoperabilidad entre sistemas mediante XML. Esto jugará un papel esencial en la reducción de errores y costes derivados de incompatibilidades, asegurando así una trazabilidad completa. Incluso quienes usen soluciones privadas deberán enviar copia a la plataforma pública, reforzando la idea de transparencia como prioridad.

La Administración quiere saber qué se factura, cuándo y en qué estado está cada operación, no para intervenir en la gestión comercial, sino para garantizar un entorno más seguro y menos opaco. Ignorar esta normativa no es una opción. Las sanciones son contundentes: hasta cincuenta mil euros anuales por usar sistemas no conformes, además de penalizaciones por incumplir requisitos de expedición, envío o conservación. El mensaje es claro: adaptarse no es opcional. Pero tampoco tiene por qué ser caro si se actúa con previsión.

Aquí surge la pregunta estratégica: ¿qué cuesta más, una inversión moderada hoy o una sanción y un proyecto urgente mañana? Existen herramientas públicas gratuitas para emitir y recibir facturas electrónicas, pensadas para pymes con bajo volumen de facturación que quieran ahorrar en la implementación de software. Para quienes necesiten soluciones más avanzadas, el primer paso es revisar el ERP actual: muchos proveedores ya ofrecen módulos conformes que evitan migraciones costosas y permiten cumplir la normativa sin reinventar procesos. Además, el Gobierno mantiene líneas de ayuda para digitalización, una oportunidad que no debe desaprovecharse. Aunque los trámites puedan ser complejos, estas subvenciones son un recurso para reducir el impacto económico de la adaptación.

Aunque pueda parecer prudente esperar al reglamento definitivo, en realidad no lo es. Con lo ya publicado, el perímetro técnico está definido: UBL, interconexión, copia en plataforma pública y trazabilidad completa. Adelantarse ahora no es precipitarse: es invertir en tranquilidad. Una pequeña inversión hoy evita sanciones mañana y permite aprovechar la verdadera ventaja de la factura electrónica: reducir los plazos de cobro, mejorar la conciliación y fortalecer la relación entre clientes y proveedores.

Además, anticiparse será clave para evitar el efecto embudo que se producirá cuando la mayoría de empresas busquen implantar los nuevos procesos a último momento, con los consultores saturados y los precios al alza. La factura electrónica no es una carga administrativa, sino el punto de partida para una gestión más eficiente y transparente.

Las empresas que actúen con anticipación no solo cumplirán la ley: competirán mejor en un mercado donde la velocidad y la calidad del dato son tan valiosas como el precio. Además, la trazabilidad no debería ser vista como un requisito impuesto, sino como la ventaja competitiva que supone al permitir conocer en tiempo real qué se ha facturado, qué está pendiente y qué riesgos existen. En un entorno donde la liquidez marca la diferencia, esta información es poder.

En definitiva, la pregunta no es si adaptarse, sino cuándo y cómo. La respuesta más sensata es clara: cuanto antes y con planificación. Porque la digitalización no es un gasto, es una inversión que protege el negocio y lo prepara para un futuro donde la transparencia será la norma, no la excepción.

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