En el último tiempo, Chile ha dado pasos significativos hacia la modernización de su marco legislativo en materia de protección de datos personales y delitos económicos, con la implementación de la Ley marco de ciberseguridad, Ley Fintech, y la actualización de la Ley de delitos informáticos y económicos, poniéndose al día e incluso posicionándose a la vanguardia —junto a otros países— en la digitalización del ecosistema de datos en la región.
Los recientes avances no solo reflejan la capacidad del país de adaptarse a las exigencias globales, sino que también pone a Chile en una posición privilegiada en la era de las Finanzas Abiertas. De saber aprovecharla, esto traduce en un tremendo beneficio para las personas: mayor información disponible abre oportunidades a modelos analíticos más avanzados y, en consecuencia, a mayor competitividad en términos de productos financieros, por ejemplo.
Lo anterior debiera producir dos grandes efectos positivos a nivel sistémico: mayor inclusión financiera y disminución en las tasas de morosidad debido a la protección del sobreendeudamiento. El uso del verbo “deber” en condicional (debiera) no es antojadizo. Es lo que se espera que ocurra, pero para que se concrete, hay dos grandes aristas de las que nos tenemos que hacer cargo.
La primera, sin duda, es la administración segura de la información. Debemos promover un entorno donde todos los actores —también pequeñas empresas e incluso los mismos consumidores— puedan manejar el intercambio de su información financiera de forma segura y efectiva. La cadena por lo general se corta por el eslabón más débil y tenemos que ser especialmente rigurosos en las exigencias en términos de resguardo digital. No hay excepciones.
El segundo punto pasa por robustecer la administración del consentimiento. Es crucial empoderar a los consumidores para que decidan quién puede acceder a cuáles de sus datos, no solo como un derecho, sino como una herramienta para potenciar su injerencia en el sistema financiero gracias a decisiones informadas y, por lo mismo, más acertadas.
De esta forma, Chile se transforma en un caso de estudio, interesante de ver cómo evoluciona. De hacerse cargo de estos dos frentes, nace una oportunidad única en el país, que nos invita a crear soluciones innovadoras, que faciliten y aseguren las operaciones en esta era de las Finanzas Abiertas. El resultado será fácil de constatar: se traducirá una oferta cada vez más amplia y mejor perfilada de productos y servicios financieros, alineada hacia la inclusión financiera y la competencia en el mercado. Un escenario donde todos ganan. Win-win.
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